Sudáfrica vive sentimientos encontrados: la salud del padre del nuevo Estado vive  momentos muy críticos, pues en 2013 su inexorable matemática biológica asomó su silueta amenazadora cuando Nelson Mandela se encontraba a punto de cumplir sus 95 años, cosa que se espera ocurra este 18 de julio.
   
Hace tres años las Naciones Unidas aprobaron por unanimidad la Resolución 64/13 que decretaba su fecha de nacimiento como Día Internacional Nelson Mandela con el objeto de crear conciencia en el mundo sobre el legado del sudafricano Premio Nobel de la Paz. Por su parte, la Fundación Nelson Mandela hizo un llamado para, como homenaje al gran líder, en esa fecha dedicar 67 minutos de nuestro tiempo a ayudar a los demás —uno por cada año que Mandela dedicó al servicio de la humanidad como abogado defensor de los derechos humanos, preso de conciencia, arduo trabajador por la paz y primer presidente elegido democráticamente de una Sudáfrica libre.

En este momento Madiba parece dialogar una vez más en su interior para decidir si seguir o no en su tierra, no ya en el plano de la política, sino simplemente en el de la vida, pues sus ancestros ya redoblan sus tambores para recibirlo con los honores que se merece, como lo hacen también sus hijos, hermanos de lucha y pueblo en general, entre quienes tantos murieron desafiando al apartheid —esa dictadura que llevó a su máxima expresión el racismo de Estado, articulado con gobiernos extranjeros y las empresas transnacionales que por décadas saquearon los recursos de ese país y que siguen operando en él en pleno siglo XXI.

El legado de su pensamiento político, ejemplo personal y concepción del deber ser para su pueblo y al mundo, hará que ante cualquier injusticia e irregularidad siempre se tenga en cuenta su sentencia: Eso no es justo. Una expresión que ha acompañado la cotidianidad de este hombre y que en adelante será una piedra en el zapato de quienes permitan la continuidad de las viejas contradicciones en su suelo patrio, sean gobierno, organizaciones políticas, sindicatos o grupos radicales del pasado racista o de la presente democracia multirracial.

La salud de Mandela ha mejorado en los últimos días; no sabemos si será para quedarse con nosotros un poco más o para poder despedirse, pero en todo caso oramos para que siga con nosotros por muchos años más, mientras los problemas no resueltos siguen agudizándose día a día, ante una escasa voluntad política de acción transformadora y el aburguesamiento de los actuales líderes, que no ponen en práctica el significado de la Carta de la Libertad  sudafricana ni el legado de Mandela y de todos los que ya han partido.

La historia contemporánea de Sudáfrica ha visto las negociaciones entre las partes en conflicto, la transición política a partir de los gobiernos del Partido Nacional de Botha y De Klerk, el primer mandato de un presidente electo por las mayorías y los dos gobiernos sucesivos a Mandela que deberían consolidar dicha transición por el bien de su pueblo. No se pueden dejar perder las oportunidades de obtener el fruto de la lucha librada en ese país, como nos lo hacen temer los horrores de represión de la policía sudafricana en Marikana y la muerte del taxista mozambiqueño. Parece como si las nuevas elites en el poder no desearan ganarle la batalla al olvido y estuviesen dispuestas a dejarle ocupar espacios a la traición, poniendo así en juego la libertad y la democracia multirracial lograda con tantos sacrificios, acción militante, crueldad, asperezas y masacres.

El presente y futuro sudafricano siempre estará acosado por el pasado; es imperioso e indispensable lograr una verdadera justicia social y una justa distribución de la riqueza que reivindique a las mayorías históricamente excluidas.

No hagamos del Día Internacional de Nelson Mandela un ritual más, ni tampoco un ceremonial de culto a la personalidad, con el fin de ocultar la irresponsabilidad que sigue imperando en Sudáfrica y el mundo. Hagamos de este Día Internacional de Nelson Mandela uno de máxima praxis en base al ejemplo dado por este ejemplar ciudadano global, haciendo el trabajo diario con dignidad a fin de tener una ciudad, una universidad, un país y un mundo mejor.

Desde los Andes venezolanos, ¡larga vida a Nelson Mandela!