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A un año de la partida de Nelson Mandela


Sudáfrica y el mundo asimilan a un año del fallecimiento de Nelson Mandela la ausencia de un hombre universal que trascendió sus fronteras nacionales y continentales gracias a su ejemplo, enseñanza a un pueblo y al mundo del significado del diálogo, la paz y la reconciliación nacional.
   
Sudáfrica ha transitado su camino en este año que concluye con elecciones generales celebradas el pasado mes de mayo con una amplia participación de 12.7 millones de votantes, el partido del gobierno ganó la contienda electoral revalidando una mayoría absoluta en las distintas instancias del poder. Sin embargo, en el Congreso Nacional Africano hay signos preocupantes en torno a su desgaste en el ejercicio del  poder, tales como: Lenta solución de los problemas fundamentales en la sociedad sudafricana y la continuidad a sus graves desigualdades que engendran una fuerte lucha de clases que  "avanza" sobre los viejos choques raciales. Pesada y costosa redistribución de la propiedad de la tierra en la población. Altos niveles de violencia en la vida diaria. Lentitud judicial en las tomas de decisiones en distintas problemáticas que reivindiquen demandas populares, empresariales o sanciones ejemplarizantes en casos como la masacre de los obreros de Marikana y entre otros signos adicionales, observamos la tendencia centrista y ascendente de la corrupción e inflación que actúan como agentes activos en la atmósfera de la democracia multirracial del cono sur africano. En la Sudáfrica sin Mandela hay un debate interno en términos políticos, económicos y sociales acerca de la sinceración del rumbo nacional a veinte años del primer gobierno electo popularmente donde fué electo Nelson Mandela como Presidente.
   
El legado de Nelson Mandela siempre será el contrapeso moral y ético con respecto a las desviaciones que ya se acumulan cotidianamente en un sinfín de contradicciones y activan las alarmas de un escenario hipersensible a los conflictos. No postergar la praxis de dicho legado hará del espíritu de Mandela, Tambo, Sisulu, Biko, Hani y cientos de líderes ya fallecidos, así como, lo miles de muertos víctimas de la era del apartheid, factores activos y militantes hacia un proceso eficaz de consolidación democrática y elevación con equidad de la calidad de vida del pueblo sudafricano.
   
Con Nelson Mandela en Sudáfrica se cumplió una misión histórica cuya transición  sigue siendo continua y amerita ya una necesaria renovación de liderazgo que emane de una acción combinada de oxigenación y esperanza política para el futuro inmediato. Recordemos, más de la mitad de la población de Sudáfrica tiene menos de 25 años. Esta juventud nació en los años previos y posteriores a las elecciones de 1994, representan la primera generación post apartheid y dominarán la escena política y empresarial del país con una conciencia de lo sucedido. A ellos les pertenece y decidirán por los próximos veinte años de democracia.

El pueblo de Sudáfrica tiene la responsabilidad de ser garante y vanguardia en la solución de sus propios problemas con las armas del pensamiento de una generación cuyo sacrificio y gratitud por la libertad fueron totales. Mandela dejó en paz a Sudáfrica y su deseo final fue que vivieran en paz, para ello es indispensable que se aceleren las reformas institucionales con un verdadero sentido en la aplicación de justicia.
- Fecha de publicación: 09 Dec 2014
- Publicado por: CEAA

Centro de Estudios de África, Asia y Diásporas Latinoamericanas y Caribeñas "José Manuel Briceño Monzillo"
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Universidad de Los Andes, Mérida - Venezuela