Las consideraciones sobre el afropesimismo, vinculadas al escaso crecimiento de la economía africana muy característico en las últimas décadas del siglo XX, son parte de un pasado reciente. África, es después de Asia Oriental una de las regiones que más crece en el mundo, lo cual se ha reflejado en el mantenimiento de las tasas de crecimiento en los últimos años, la misma se manifiesta en una progresiva diversificación de la estructura económica. Entre los elementos catalizadores, lo representan el proceso de urbanización y el consecuente crecimiento demográfico, siendo un hecho significativo, ya que la población que vive en centros urbanos se ha duplicado entre 1995 y 2015 alcanzando los 472 millones de personas, según el African Economic Outlook 2016.

En relación al pronóstico del referido informe ?en el que participan el Banco Africano de Desarrollo (BAFD), el Centro de Desarrollo de la OCDE, el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas (UNDP) y académicos?, sostiene que el comportamiento de la economía africana se situó en 3,7% para el año 2016, haciendo énfasis en la necesidad de un gradual desbloqueo de las ciudades que permite aprovechar sus potencialidades, atendiendo a la planificación como un requisito que permita la reducción de  los altos costos que la expansión urbana conlleva.  El atender estas exigencias supone: desarrollo económico, mayor productividad en el sector agrícola, fortalecimiento y empoderamiento de la clase media e inversión extranjera en los propios corredores comerciales.

Para el 2017 la tendencia se mostró favorable a la progresión que ha caracterizado al continente. El tema de este año se centró en liberar el potencial de los empresarios africanos para acelerar la transformación industrial del continente, y para lo cual, el papel que está llamado a jugar los gobiernos es central en relación al trabajo en conjunto con miras a fortalecer los logros alcanzados. Así, el estudio se divide en tres partes: la primera, aborda lo relacionado a la transformación macroeconómica, la financiación, las políticas comerciales y la integración regional, el desarrollo humano y la gobernanza. La segunda,  puntualiza cómo la industrialización tiene que ganar de las políticas que favorecen la creación de empresas, arrojando luz sobre el particular. La tercera, se sintetizan las dinámicas económicas de cada país.

Las perspectivas sobre el continente son positivas, quedando reflejada en una tendencia a la alza ya que ha logrado pasar de 3,7%  en el 2016 a un 4,5% durante el año en curso. Esta situación se mantendrá siempre y cuando exista un buen funcionamiento de la economía global, vinculado al fortalecimiento del precio en las materias primas. Adicionalmente a este último punto, el aumento de la demanda privada, incluyendo los mercados interiores, de una gestión sana de las políticas macroeconómicas ?actualmente implementada en numerosos países?, y de una estructura económica más diversificada en particular de los servicios e industria ligera serán elementos de importancia de cara a los próximos años, resalta el informe.

A nivel de cada región, la distribución del ascenso en el PIB no ha sido uniforme, siendo el este del continente el que mejores números ofrece con una elevación prevista del producto interior bruto (PIB) del 5,7 %. De igual forma, el oeste de África, con un alza del 3,5 % y el norte, con un 3,4 %, mientras que en África central la progresión se limitará al 2,2 % y en el sur al 1,9 % para completar un cuadro general que en líneas generales es favorable.

En definitiva, estas tendencias al crecimiento demuestran que la presencia de África en las dinámicas mundiales cada día cobra mayor fuerza, lo que permite que sea uno de los principales polos de atracción en cuanto a inversión extranjera y fortalecimiento económico a nivel regional.    

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