“La esperanza es un arma poderosa y ningún
poder sobre la tierra puede privarte de ella.”
Nelson Mandela, 23 de junio de 1969
A sus 95 años de edad, un 5 de diciembre del 2013, fallece Nelson Mandela, el sudafricano más nombrado y admirado en el mundo. Su ideario político abierto, una concepción defensora de la democracia, luchador incansable contra el racismo y cualquier forma de discriminación, sacrificó su vida tanto a nivel familiar, como ante su pueblo, al ser condenado a cadena perpetua y vivir 27 años de cárcel. Su determinación de enfrentar con inteligencia cualquier forma de opresión, privilegió el diálogo en medio de las dificultades, no vio el mundo en blanco y negro, aspiró una nueva Sudáfrica multicolor donde todos participaran sin exclusión, aprendió de los errores y rectificó con sabiduría, no declaró un pensamiento ni un partido único, tomó las armas para enfrentar el racismo oficial de Estado imperante y dictador, asumió la responsabilidad de sus luchas, no hizo de la política un acto más de demagogia. Creyó en la libertad plena, cultivó huertos de esperanzas liberadoras, visualizó el futuro a través de los garrotes de su celda, leyó y estudió sin cesar, fue prudente en la escritura y en sus discursos, trascendió las mezquindades del rencor, creyó en la fuerza de la verdad. Agradeció al mundo su solidaridad por los tiempos difíciles que vivieron en las sombras de la represión. En su posición como líder nacional, supo escuchar. Hoy en día, es ejemplo de combate ante su pueblo y simboliza la figura de ser el Padre de la Nación sudafricana y referente hacia el futuro en la Sudáfrica de hoy, cuya cotidianidad se encuentra inmersa en conflictos post dictadura del apartheid.
Una Sudáfrica que omita el legado de Nelson Mandela y a todos aquellos hombres y mujeres que lucharon y sacrificaron su vida por una nación mejor en el porvenir, es una Sudáfrica condenada a la negación de sus ideales de integridad, en consecuencia extraviada en el poder tóxico de sus nuevas y viejas elites dominantes, así como ilusionada por encima de todo; ser potencia a espaldas de su propio pueblo.
