El pasado viernes 2.8.2019, Japón y Corea del Sur han decidido eliminarse mutuamente de las listas de países con trato preferencial en los trámites de control de las exportaciones. Dando paso a una nueva edición de guerra comercial en la región asiática.
   
En la perspectiva japonesa, el ministro de Industria y Comercio Hiroshige Seko ha declarado que a partir del 28 de agosto del año en curso, entra en vigencia un mayor control para la exportación de productos hacia Corea del Sur. Adicionalmente, el pasado mes de julio de este año, Japón anunció que limitaría las exportaciones a Corea del Sur de químicos usados en la construcción de semiconductores y pantallas por razones de seguridad. Las autoridades japonesas objetan que Corea del Sur ha usado inadecuadamente materiales de alta tecnología para propósitos militares. Tales medidas representan un endurecimiento ascendente de controles a las exportaciones contra Corea del Sur.
   
En la perspectiva surcoreana, el presidente Moon Jae-in ha declarado enérgicamente lo siguiente: "Japón ha ignorado los esfuerzos de nuestro país y de la comunidad internacional por resolver la cuestión de manera diplomática y ha empeorado la situación. Queremos advertir severamente a Japón que cualquier cosa que suceda de ahora en más, es su responsabilidad. No nos quedaremos de brazos cruzados mientras el instigador continúa con su postura agresiva". Esta declaración va acompañada de otras medidas, entre ellas, las autoridades surcoreanas preparan una denuncia ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) sobre las últimas acciones asumidas por el gobierno japonés. Corea del Sur considera que Japón está contraviniendo las normas vigentes del comercio internacional. El Mandatario coreano ha fijado una postura firme: “No vamos a perder otra vez ante Japón”. Hay una realidad histórica que ha hecho valer en sus recientes declaraciones ante el pueblo surcoreano,  por un lado el sentimiento de víctima de su país  ante el largo sometimiento militar japonés en la primera mitad del siglo XX y por el otro, no aceptar las represalias económicas injustas que se aspiran imponer.
   
Los efectos del conflicto coreano-japonés del pasado siglo XX se desempolvan y surgen los desmanes de la invocación nacionalista. Un ejemplo sensible es el desacuerdo existente entre las partes en materia de compensación o indemnización de las víctimas de la guerra. Japón considera que dicho tema quedó saldado en 1965 por el tratado bilateral que dio inicio a las relaciones diplomáticas entre los dos países. Corea del Sur, por su parte, considera obligante dar cumplimiento a la decisión de la Corte Suprema de Justicia del año 2018, la cual ordenó indemnizar a un grupo de ex trabajadores surcoreanos que reclamaban por haber sido esclavizados durante la Segunda Guerra Mundial por Japón.
     
Japón y Corea del Sur son los principales socios de Estados Unidos en el Pacifico, ambos se encuentran en los últimos años en una fase creciente de desconfianza y cuestionamientos mutuos y discrepancias al más alto nivel de gobierno.
   
Abogamos por un pronto entendimiento y rectificación entre las partes que propicien beneficios mutuos y superar el conflicto existente. Es necesario ir más allá del discurso de las sanciones y represalias mediante la construcción de soluciones.